Es significativo que mientras Torremolinos se empobrece,
y por tanto sus vecinos viven el día a día con mayores dificultades, el alcalde
Fernández Montes siga en su burbuja, aislado de la ciudadanía por ese muro que
forman los aduladores voluntarios e involuntarios (entiéndase en el último
grupo a trabajadores del ayuntamiento) con los que se hace proteger para
moverse por el municipio. Ese muro que separa al “prohombre” de la “chusma”,
abre un abismo entre la institución y la calle.
El “gran logro” de este alcalde es haber inoculado
en la ciudadanía el temor, el miedo paralizante hacia el poder del “ayuntamiento”
y sus represalias partidistas.
Frente a esta situación, se hace necesario cambiar de
gestores, con responsabilidad, transparencia e imparcialidad en la gestión y
dando participación a los ciudadanos en la gestión del municipio. Una gestión
pública sin transparencia, con arbitrariedad y clientelismo, no es una gestión
democrática.