Los límites puestos a la transparencia, siempre interesados, evidencian el nivel de cultura democrática de una administración.
La transparencia en la gestión pública
sirve para combatir el ocultamiento de prácticas antidemocráticas y turbios
manejos por parte de las autoridades. Es el antídoto contra la demagogia y la
corrupción.
El Ayuntamiento de Torremolinos, con un
alcalde egocéntrico, es un ejemplo de opacidad en la gestión pública. Se supone
que el ayuntamiento es la administración más cercana al ciudadano, pero no hay
administración pública más lejana del ciudadano y sus cotidianos problemas, que
el ayuntamiento gestionado por Fernández Montes.
Este
singular alcalde tiene un miedo patológico a perder el poder o a mostrarse
vulnerable, quizás porque sabe que su política no tiene ninguna consistencia y
por lo tanto no se fia ni de sus propios concejales, que son meros invitados de
piedra. Él no gobierna, él manda. Esto les lleva a despreciar a los ciudadanos
y los representantes de la oposición; y ha creado su propio búnker, que le aísla de las necesidades
reales del pueblo, y a éste le impide todo acceso a la gestión de lo público.
Ante
esta situación, ¿qué hacer?. Los ciudadanos tienen miedo… sí, he dicho miedo,
aunque parezca mentira los habitantes de Torremolinos tienen miedo a las
acciones del Alcalde, pues aquí existe algo parecido a la, en otro tiempo,
tristemente famosa brigadilla
Político-Social, y como decía el filósofo y escritor José Luis Sampedro, el
miedo paraliza.
Ante
esta realidad, les toca actuar a los partidos políticos de la oposición, y no
pueden permanecer quietos… ni callados. La denuncia social es necesaria y hay
que hacerla ya.
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