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11 junio 2013

Torremolinos, miedo y opacidad para gobernar

La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, durante la revolución francesa, recoge en su capítulo 15, que “La sociedad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su administración”. Incomprensiblemente, hoy día, 224 años después, y en la España democrática de 2013, hay instituciones y gobernantes que se niegan sistemáticamente a poner un mínimo de transparencia en su gestión. ¡Así nos va a los administrados!
Los límites puestos a la transparencia, siempre interesados, evidencian el nivel de cultura democrática de una administración.

La transparencia en la gestión pública sirve para combatir el ocultamiento de prácticas antidemocráticas y turbios manejos por parte de las autoridades. Es el antídoto contra la demagogia y la corrupción.
El Ayuntamiento de Torremolinos, con un alcalde egocéntrico, es un ejemplo de opacidad en la gestión pública. Se supone que el ayuntamiento es la administración más cercana al ciudadano, pero no hay administración pública más lejana del ciudadano y sus cotidianos problemas, que el ayuntamiento gestionado por Fernández Montes.

Este singular alcalde tiene un miedo patológico a perder el poder o a mostrarse vulnerable, quizás porque sabe que su política no tiene ninguna consistencia y por lo tanto no se fia ni de sus propios concejales, que son meros invitados de piedra. Él no gobierna, él manda. Esto les lleva a despreciar a los ciudadanos y los representantes de la oposición; y ha creado su propio búnker, que le aísla de las necesidades reales del pueblo, y a éste le impide todo acceso a la gestión de lo público.
Ante esta situación, ¿qué hacer?. Los ciudadanos tienen miedo… sí, he dicho miedo, aunque parezca mentira los habitantes de Torremolinos tienen miedo a las acciones del Alcalde, pues aquí existe algo parecido a la, en otro tiempo, tristemente famosa brigadilla Político-Social, y como decía el filósofo y escritor José Luis Sampedro, el miedo paraliza.

Ante esta realidad, les toca actuar a los partidos políticos de la oposición, y no pueden permanecer quietos… ni callados. La denuncia social es necesaria y hay que hacerla ya.

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