Un deportista de primera línea siempre es consciente
que cuando empieza a perder facultades, se ha cumplido su etapa, y es
normal asumir que han surgido competidores que en ese momento lo hacen mejor
que él.
En política, esto es más difícil, y hay
políticos que se aferran al sillón y se empeñan en contrarrestar su falta de
iniciativa, su carencia de ideas y su nefasta gestión con un estricto control
sobre los ciudadanos y la evocación de otros tiempos mejores. Ahí tenemos a
Pedro Fernández Montes, alcalde de Torremolinos, que cuando termine esta
legislatura llevará veinte años en el cargo. En la legislatura 2007-2011 no
tuvo ni una sola iniciativa para el municipio y cuantas obras y estructuras se
realizaron dependieron del Gobierno de Zapatero y de la Junta de Andalucía. La
actual legislatura (2011-2015) se da por perdida, pretendiendo vivir de las
rentas, y responsabilizando de su carencia de ideas y negativa gestión a quienes
gobernaron hace veinte años. Y por supuesto, instaurando un régimen policial en
el municipio que recuerda, salvando las diferencias, a la España negra de otros
tiempos. Lamentablemente, a mis 58 años, me encuentro diariamente en
Torremolinos con un temor, en los vecinos y en los propietarios de cualquier tipo de
actividad, al “alcalde”, muy parecido al temor que existía en mi
juventud a la policía “político social” del franquismo. Lamentable.
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