Me Gusta

30 noviembre 2009

Paseando por La Carihuela

A última hora de la tarde de ayer, recorrí el Paseo Marítimo de la Carihuela, desde su límite con Benalmádena hasta la roca. Me gusta observar el mar, tranquilo, como estaba ayer. Sin bañistas, sin “guiris”, sin nadie; la playa desierta y las gaviotas de fiesta sin intrusos que les molesten. De vez en cuando me paro y me quedo observando el mar, las gaviotas, la arena y las barcas como único vestigio del faenar pesquero que antaño alimentaba a los lugareños. Las hamacas ordenadas en filas perfectas, como los soldados en el desfile de la Castellana. Creo que hace tres años que no me tumbo en una de ellas. ¡Cómo pasa el tiempo!

La Carihuela… en otros tiempos, barrio de pescadores. Redes, barcas, faroles y mar. Padres e hijos penetrando en el mar; olas, frío, agua y sal. Por las tardes, los pescadores se internaban en el mar, arrojaban sus redes al agua, y… a veces no lograban sacar nada. Las olas frías se estrellan sobre sus caras, la sal quema en los ojos, las manos se agrietan y se endurece el alma. Nunca escucharon sirenas, sólo el rugir del mar. Duro trabajo el del pescador. Ahora, aquellos pescadores, gracias al boom turístico del siglo pasado, son propietarios de bares, restaurantes, chiringuitos, comercios… La Carihuela ya no es la misma, el turismo la cambió.

El Paseo estaba semidesierto… una pareja de jóvenes haciendo footing, algún que otro “guiri” paseando para ir a “ninguna parte”, caminantes del “colesterol” y poco más. Las tiendas, bares y restaurantes, sin clientes. Los camareros miran el exterior, sin esperanza, viendo pasar el tiempo. La visión es extraña, como un bazar internacional…marroquís, indúes, chinos, ingleses, españoles… todos tienen cosas que vender, pero no hay nadie para comprar. ¡Lástima de negocios!.

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